sábado, 17 de septiembre de 2011

Los bordes exteriores del sueño (1ª parte)

Desperte en un mundo de sombras. Todo alrededor estaba hecho de jirones de oscuridad que te envolvian el alma y susurraban:
- Ven, ven con nosotras y olvidaras el sufrimiento que provoca la mortalidad. Abrázanos. No permitas que sigamos solas. -
Me aparte de alli tan rápido como pude, pero sus grises tentáculos estaban por todas partes. Fuera en la dirección que fuera estaban alli, cortándome el paso, reptando entre mis piernas y acariciando suavemente mis mejillas. Me estremecí. ¿Como es posible que algo tan repulsivo me atrajera tanto? Su contacto, frio como la misma muerte rozaba dulcemente mi cara. ¿Cuándo algo tan malvado fue tan delicado?
Y entonces me abandoné. Dejé que se enroscaran sobre mi piel, Que bebieran de mi fuerza vital. Deseé que me arrastraran con ellas al mismo corazón del Averno si con ello pudiera prolongar tan solo un segundo esa sensación, mitad terror y mitad placer que inundaba mi cuerpo.Elevé los ojos en una silenciosa plegaria hacia el cielo, rojizo en su mayor parte como arcilla de campos de labranza, moteado de verde alga aqui y alla. No vi fuente alguna para semejante luz, pero tampoco me importaba. Mi cuerpo se volvia pesado. Pronto acabaria todo y lo demás poco importaba. Me enfurecí conmigo mismo, por ser adalid de tanta flaqueza,
Fue en aquel momento cuando los vi aparecer. En ese cielo rojizo de Satanás se dibujaron cinco resplandores blancos que rompieron el cielo en forma de estrellas rutilantes cayendo hacia la yerma tierra. Luego se produjo un gran estallido y la tierra temblo con fuerza, como si un mulo gigante e imposible le hubiese dado una gran coz y entonces mis ataduras se liberaron y cai al suelo.Mi vista, nublada por el éxtasis, empañada por la debilidad de mi fragil cuerpo solo alcanzó a ver una figura de aura blanquecina, envuelta en armadura plateada y unas grandes alas blancas. Una Corona de fuego le ceñia la coronilla y en su mano derecha portaba una gran espada hecha con rayos del sol mas brillante que jamas haya alumbrado el dia.
Las sombras tentaculares retrocedieron subitamente como aterradas por aquel nuevo ser.
- Déjanos al chico - Suplicaron. Pero sus voces dulces y persuasivas se habian trocado en feas y discordantes como sus cuerpos. Abyectos seres deformes con rostros castigados casi ofendiendo la calidad humana.
- Este es nuestro territorio, nosotras lo vimos primero. Nos pertenece -
El Hombre de la armadura me observó largo rato y al fin pronunció palabra. Una voz metálica y fria, potente como cuerno de batalla se alzó majestuosamente entre los quejidos de los deformes como si pretendiera herirlos, y el trueno habló con él:
- Este muchacho es Dárevan de Earlstow. Protegido de mi señor. Habéis profanado su carne y el castigo es inminente. Así ha de ser y así será. -
Luegó se volvió hacia mi, me tomó entre sus brazos y nos elevamos hacia ese cielo de angustioso color rojo, mientras allá abajo, del lugar que acabábamos de dejar, surgian de la tierra seres de pesadilla envueltos en un halo de muerte que rodearon a las sombras y se abalanzáron sobre ellas, ocultándolas de la visión para siempre.
Fue entonces cuando me desmayé.

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